Lisboa: Doce saudade

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Después de un verano de trabajo en otros menesteres y de un comienzo de curso de lo más enérgico nos hemos escapado unos días a Lisboa, aprovechando estos últimos coletazos de verano tardío. ¿Conocéis esta ciudad? Yo tenía ganas de ir desde hacía tiempo y estoy segura de que volveré algún día.

Lisboa huele a sardinas a la brasa y pollo a asado, suena a la melancolía del fado y se aferra a principios de siglo XX, como queriendo demostrar que todavía es aquella gran capital comercial que fue. Mucha gente me había dicho que era una ciudad bohemia y decadente. Coincido en que es bohemia pero en nada me pareció decadente. Más bien creo que en Lisboa viajas atrás en el tiempo y te encuentras en lugares por los que perfectamente podría aparecer un caballero con chistera y una señora con parasol y falda larga.

Portugal vive ahora mismo otro momento crudo de su historia. La troika desembarcó para ‘rescatar’ el país y poco después se anunciaba la intención de despedir a  40.000 funcionarios, aumentar de 35 a 40 las horas de trabajo semanales o reducir las pensiones, mientras el IVA se subió al 23% y muchos niños la única comida que comen decente a diario es la del comedor del cole. ¿Os suena? Sin embargo, pocos lugares he visto tan llenos de vida y de comercio y, de alguna manera, de orgullo. Y no tiene que ser fácil que otros decidan por ti. Pero si un terremoto casi arrasa tu ciudad o un incendio hace desaparecer un barrio entero y sobrevives y te sobrepones y continúas… en fin, eso tiene que jugar en tu favor pese a todo, creo.

Pese a los cientos de turistas y los miles de habitantes, Lisboa respira tranquilidad. La vida de los barrios es tan activa como la del centro y, aunque en algunos sitios turísticos pagas la ‘turistada‘, en general es asequible. Reconozco que la primera experiencia hostelera que tuvimos no me gustó mucho, pero imagino que sentarte a cenar en un restaurante famoso en las guías por su frango (pollo) asado tiene el peligro de que el que te atienda lo haga como lo que eres para él, uno más. Así que allá va mi primer consejo: no os cortéis en entrar en cualquier tascorra, por muy iluminada con fluorescentes que esté, porque seguro que vais a comer de vicio. Así nos pasó a nosotros en un par de ellas, llevadas por sendas familias, en las que la variedad no era mucha pero la cocina estaba deliciosa. Sólo recuerdo el nombre de una, Santo André (barrio de Alfama), porque la otra, por no tener, no tenía ni cartel en la puerta! :)

Y, entre paseo por aquí y por allá, otro consejo: no os perdáis la pastelería ni la confitería lisboeta. No penséis en la operación bikini, simplemente disfrutad. El hojaldre y los rellenos de yema con azúcar son protagonistas, junto con suaves bizcochos, bollos de miel y almendra o piñones. En cada barrio encontraréis decenas de pastelarias, a mí me recordaban mucho a esos locales madrileños de barra de acero inoxidable, suelo de baldosas y banquetas de aluminio. Nosotros desayunábamos en la Pastelaria Capri, la teníamos justo al lado del hotel y era auténtica. Pero no me quedé sin visitar la Confeitaira Nacional y La Suiça, además de La Pastelaria Doce Real (cerca del jardín botánico… visitadlo, es como de Willy Fog! :) ), en la misma calle del Pavilhao Chines, lleno de salas y recovecos que merece la pena visitar, aunque te soplen 6€ por un vinho verde :p

Sí, también fuimos a Pastéis De Belem, la archifamosísisma pastelería con los originales pastelitos de nata (más bien crema) que os encontraréis en cada pastelaria lisboeta. Sé que provocan adoración y adicción entre quienes los prueban y, admitiendo que están buenos, creo que me mereció la pena la visita más por el sitio y su impresionante amplitud, por la amabilidad y eficacia de sus camareros, por sus obradores a la vista, por sus bandejas repletas de pastelitos y por sus más impresionantes colas para comprarlos que por éstos en sí… Perdonadme los de la religión del pastéis de Belem, pero creo que hay cosas tanto o más ricas. Por ejemplo, los bolos de arroz, unos bizcochos dulces y migosos con una textura impresionante para mojar en café o las Queijadas da Sapa, en Sintra, o el Pao de Tomar, o….

Siempre he pensado que es complicado resumir sensaciones en una entrada de un blog y que las impresiones de un viaje dependen de muchos más factores que el destino en cuestión. Será que me sentía especialmente bien, pero si tenéis oportunidad escapaos algún día a Lisboa. Y tomaoslo con calma, como todos los buenos viajes, como todas las cosas buenas de la vida. Seguro que lo vais a disfrutar

 

 

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