Madrid, Madrid, Madriiiiiiiiiid…

riojano Collage

Qué queréis que os diga, me encanta escaparme un finde de vez en cuando. Y, como son pocos, los disfruto más. En esta ocasión, se trataba de materializar por fin de mi regalazo de Reyes: unas entradas para el musical de El Rey León en Madrid. Y yo, que soy como una niña, me lo pasé pipa! No… repipa!! :) Para los que os lo estéis pensando, merece la pena.

Pero Madrid ofrece posibilidades que a este blog le van muy bien y por las que nosotros nos sacrificamos gustosos. Agradezco de antemano a quienes me reomendásteis lugares gastronómicos que visitar. Como sólo fueron un par de días, me guardo el resto de recomendaciones para otra ocasión. Esta vez, nos decantamos por el Tandoori Station, un restaurante de comida india en Ortega y Gasset que está muy  pero que muy bien. Tenía ganas de sabores especiados y, desde que viví en Edimburgo sobre la tentación del Mother India , no había tenido ocasión de repetir. Nos zampamos un menú degustación con las típicas samosas, buñuelos de verduras, cordero y pollo tandoori, currys variados con arroz, helado de pistacho y gulab jamun (por favor, qué rico está!!), regado todo ello con un par de cervecitas Cobra. El trato excelente y el sitio muy londie. Reservamos a las once y tuvimos que esperar un rato más porque estaba hasta la bandera. ¿La razón? Al parecer, este restaurante saió en Pesadilla en la Cocina como ejemplo de cómo se hacen las cosas y, desde entonces, se complica conseguir mesa. Esto de no ver la tele es lo que tiene, que no te enteras… En cualquier caso, gracias mil Stuart por tu consejo!

Al día siguiente estuvimos desayunando en Le Pain Quotidien. Tenía yo ganas de probar este sitio, una franquicia para los amantes de las franquicias y aquellos que ocultan serlo y se sienten mejor acudiendo a un sitio que no lo parece. Nosotros estuvimos en el de la calle Gran Vía, un local de dos plantas forrado en madera con olor a pan recien hecho (el mejor marketing olfativo para un sitio asi, of course), con una carta de panes, desayunos y comida tipo horario europeo amplia (mesas para dos también muy europeas, que no te cabe ni el codo) y el producto ecológico como punto fuerte. Pedimos una cesta de panes con tomate aceite y mermelada y un yogur con cereales y fruta. Sin ser el mejor pan que he probado en mi vida, la variedad engancha al cliente y ellos lo saben. Y, digan lo que digan, tener producto ecológico en todo lo que ofreces en la carta sin subirte a la parra en el precio tiene su punto.

Después de un paseo sobre un centro abarrotado de turisteo, y siguiendo el consejo de Maite, nos fuimos al Mercado de San Miguel. En realidad, de mercado ahora mismo no tiene nada sino que, más bien, es un sitio donde ir a tomar vinitos y tapas a un precio desorbitado, no lo vamos a negar. Si os gusta el gentío, la verdad es que es un lugar que tiene su aquél, reformado con gusto y con viandas curiosas como embutidos de pescado. Pero id sin remordimientos económicos. Yo me decanté por unos encurtidos que estaban exquisitos y nuestro amigo Josemi por unas croquetas que no estaban mal. Erramos en unas empanadillas de verduras, para mi gusto, bastante sosas. Luis prefirió darse el gustazo de unas rabas en un bareto castizo fuera de la influencia fashionista. Un hombre sabio.

Después de cantarme todas las canciones del Rey León, quedamos con otro amigo, Eneko, que nos llevó a uno de sus restaurantes favoritos de Madrid: el chino de los bajos de Plaza España. Siempre que hablamos de este sitio, nos reímos recordando su aparición en la guía del ocio de Madrid hace tiempo como un local ‘ambiente Blade Runner’. Si vais buscando glamour, no es el lugar. Pero si eso os da igual, no os lo perdáis. A mi me convenció la primera vez el hecho de que los propios chinos van a comer allí, lo cual creo que dice bastante (a no ser que también sea marketing :) ). Es un local enano donde siempre hay cola. Una camarera te coge el pedido y te va sentando conforme se van vaciando las mesas. No es un sitio para sobremesas, allí se va a comer y punto, pero está todo buenísimo y la carta se sale de lo que estamos habituados a comer en los chinos de por aquí. Empanadillas de carne al vapor, verduras salteadas (impresionantes), vermicelli y pollo con verdura fue nuestro menú, con cerveza china. En serio, probadlo.

El domingo nos decantamos en el desayuno por la pastelería tradicional El Riojano, en la calle Mayor. Por esta zona hay varios sitios, quizá el más famosete es la Mallorquina, y yo confieso que había pasado mil veces por El Riojano pero no tenía ni idea de que contaba con un salón de té. Es la típica pastelería antigua que conserva su decoración y que por fue se ve chiquitita. Pero el salón de dentro es amplio y te lleva al pasado en un abrir y cerrar de ojos. Si te gusta la pastelería de verdad, el hojaldre con sabor a mantequilla y la confitería que nuestros abuelos consideraban un lujo, aquí puedes desayunar o merendar estupendamente. Nosotros nos decantamos por un hojaldre de espinacas y queso de cabra, una caracola y una palmera de chocolate que estaba para chuparse los dedos!!

Antes de volver a Vitoria, hicimos una parada en otro local que nos recomendó Tycho y que es perfecto para los amantes del queso. Se trata del cheesebar Poncelet, es decir, un sitio donde el queso es protagonista, aunque sus dueños sabiamente hayan incluido en su carta platos que no lo llevan, no está la cosa como para limitar clientela. El típico sitio que encaja en una ciudad grande. Tienen una carta de más de 120 clases de queso diferentes, nacionales e internacionales, que dividen por procedencia, intensidad y curación. Si vais, aviso a navegantes, hacedlo de nuevo sin remordimientos económicos (para que luego digan del País Vasco) pero con la garantía de disfrutar de un sitio agradable, de buen trato y con unas tablas de queso exquisitas. Nosotros pedimos una de las internacionales y la selección del día, que nos sirvieron con una cesta de panes muy muy acertada para el tipo de producto y que no estaban nada mal, además de membrillo, orejones, pasas y almendras, todo muy chic. Por el vino (blanco y crianza) nos clavaron lo que no está escrito pero con el alcohol ya se sabe… Y dos adictos al queso como nosotros decidimos correr un tupido velo por lo delicioso de los quesos… Por otra parte, al César lo que es del César, no nos cobraron el pan, cosa que en otros sitios no tienen ninguna vergüenza de hacer y que coincide generalmente con un pan asqueroso…

Los paseos los he obviado, pero imaginaréis que necesitamos caminar un buen rato para bajar tanta vianda :p Una vez al año… Al menos, eso nos decimos para consolarnos! La carga de baterías nos ha venido muy bien para las semanas que se avencinan, plagadas de talleres en la escuela y fuera de ella. De momento, mañana seré una de las privilegiadas en acudir al curso de panadería y pastelería francesa que Didier Chouet, Mejor Obrero Panadero Francés 2007, impartirá en la Escuela de Gamarra. Os contaremos la experiencia con detalle… ¡¡emoción!!

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