La la la la laaaaa…

A los cuatro vientos predico sin vergüenza que la Navidad me encanta. Sí, señoras y señores. Me gustan los villancicos, las luces, los adornos, las celebraciones y buscar ese regalo para esa persona, huyendo del consumismo compulsivo y el estrés (lo cual es posible, ¡vaya si lo es!).

Cada año me resulta más complicado encontrar a gente como yo. Vaya, que debo de ser una rara avis en un mundo en el que decir que “la Navidad es un rollo” (por no usar otros adjetivos) parece que está de moda. Rodeada de Ebenezers Scrooges por doquier, estoy segura, sin embargo, que más de uno (en el fondo) la dice para que no le miren como me miran a mí cuando se me ilumina la cara al ver un árbol lleno de lucecitas. Porque (en el fondo) le encanta esta época :)

Para cada cual, la Navidad significará una o muchas cosas, todas comprensibles y respetables.  Creo que a mí me gusta tanto porque vuelvo a ser niña de nuevo, aunque sólo sea un poquito. Y mantener ese hilo con la emoción y las ilusiones me parece tan complicado cuando eres adulto que procuro cuidar esa capacidad todo lo que puedo. Así que ¡a mi plim! Como colofón de esta apología navideña, 220º os desea de corazón…

¡¡FELIZ NAVIDAD!! :)

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