Dulce invierno
La verdad es que no me puedo quejar del invierno que ha hecho. Seco y soleado hasta hace nada. Sin embargo, reconozco que un par de días de lluvía, viento y frío y ya estoy deseando que vuelva a salir Lorenzo…! Como dicen quienes miran al cielo porque dependen de él para que la tierra dé sus frutos, hace falta que llueva. Así que, repito, no me quejo.
Diversos acontencimientos se avecinan en el devenir de 220, de los que daremos cuenta en breve. Mientras tanto, el fresquete nos agudiza el ingenio y ya hemos comenzado las pruebas para nuestros cursos de panes festivos que celebraremos en abril. Las fechas todavía no están publicadas (también lo haremos en breve) pero sí podemos enseñaros los primeros resultados que… ¡oh! … son exquisitos Al menos, eso dicen quienes han probado estos bollitos anglosajones de Semana Santa que salieron doraditos de nuestros hornos la semana pasada y volaron (literalmente) en apenas unas horas.
Qué voy a decir yo… Doraditos, especiados, esponjosos… El tamaño ideal para una merienda o para el desayuno. La verdad es que estos ingleses saben un rato de dulces
Nuestros preparativos para futuros cursos no nos impiden, además, continuar horneando otras delicias de las que somos fans incondicionales: las muffins. Reconzoco que me ha llevado años conseguir una muffin a mi gusto. El sabor casi siempre ha sido rico, pero la presencia no era lo que y buscaba. Es cierto que una no puede dejarse llevar por las apariencias, pero también lo es que cuendo te pones con las manos en la masa deseas que el resultado sea bonito. Pues bien, hacía tiempos que no horneaba muffins y se me ocurrió hacer una receta procedente de uno de mis regalos de Reyes, unas muffins de manzana y canela (diría que esta combinación casi casi es mi favorita) y…. voilá!! Me salieron unas muffins de libro!!!
Estas pequeñuelas, of course, también desaparecieron en un arir y cerrar de ojos… Da gusto tener catadores tan agradecidos