Poderío frutal

Qué razón tienen algunos cuando dicen que una de las mayores satisfacciones que te da el pueblo es llenar el maletero… Tener un huerto de frutales es trabajoso durante el año pero maravilloso cuando llega el momento de la recolección. Siendo honestos, Luis se lleva el mayor porcentaje del mérito en el cuidado de los arbolitos, desde la poda hasta el riego. Yo suelo hablarles, que algo influirá, quiero pensar. Algo me atrevo con la poda, aunque siempre bajo supervisión y ni siquiera en esos casos estoy convencida de estar haciendo lo correcto…
Sin embargo, este año las directrices han tenido sus frutos y tenemos los árboles que explotan de poderío frutal, nunca mejor dicho La sabiduría de Luis combinada con mis atenciones verbales parece que han calado en los habitantes de nuestro huerto, que nos han regalado kilos de fruta todavía madurando al sol. Ya hemos podido catar las ciruelas más amarillas, las claudias (mis favoritas), los nísperos (por favor… ¡¡qué buenos!!) y alguna pera y nos frotamos las manos a la espera de manzanas, uvas, nueces, más ciruelas y más peras. Por supuesto, comerte todo esto mola mucho pero lo que más mola es regalárselo a la gente con ese orgullo que sólo siente el que ha estado chupando frío en marzo tijera de podar en mano y, sobre todo, hacer mermelada y embotar estas delicias para llenar la despensa.
Sé que algunos pensaréis que esto suena anacrónico pero, queridos y queridas, os aseguro que abrir un bote de dulce de manzana un domingo helado de enero y desayunártelo untado en un par de tostadas de pan, como diría el anuncio, no tiene precio