Preparando la cosecha

Creo que ya he contado alguna vez en este blog que tenemos un terrenillo en Trebiño donde llevamos haciéndonos una casa desde hace tanto tiempo que ya casi no me acuerdo. No voy a extenderme con mis penas en este blog (donde me hice el firme propósito de contar sólo alegrías) porque la obra y todo lo que le rodea es parecida a la de El Escorial, la Sagrada Familia o cualquier construcción faraónica que os podáis imaginar, con la diferencia de que nuestra casa apenas llega a los 90 metros cuadrados. Como Luis y yo nos esforzamos por tender al optimismo en el tema, desde hace un tiempo llevamos exprimiendo lo positivo que tiene este proyecto, así que cuidamos los arbolitos frutales del terreno, plantamos alguna cosilla y nos vamos a dar largos paseos que exorcicen las amarguras del proceso.
Más o menos por estas fechas desde que tenemos el terreno Luis suele ir a podar (que lo hace divinamente y yo no tengo ni pajolera; a mí se me da mejor la manufactura mermeladera, por ejemplo) y días después vamos a contar las yemas que ya están a punto de explotar y a imaginar las toneladas de fruta que recolectaremos este año, con la que haremos delicosas mermeladas, con azúcar mascobado, aunque igual probamos a echarle menos que el año pasado porque sabe un poco fuerte, y también podemos echarle limón porque a mí me gusta más un punto acidito, y no te olvides de las especias para la de manzana que queda que te mueres de buena, y ya te dije yo que buscar esa receta de apple butter era una buena idea…. y bla bla bla bla bla
Nos ilusionamos con la de merendolas que vamos a organizar cuando llegue el verano y los árboles den sombra, rastrillamos la parte del terreno que dedicaremos a poner la toalla para tomar el sol y hasta ya tenemos preparado el trozo que algún día servirá de huerta y que ya será la pera limonera. Y nos maravillamos (siempre) con el hecho de que después del invierno y de que nuestros frutales hayan estado desnudos, la naturaleza haga su trabajo y las ramas vuelvan a llenarse de hojas y flores. Puede que esto suene un poco cursi, pero yo alucino. Y me encanta ver a nuestros ciruelos (que ya están a tope de flores) llenos de abejas y abejorros y hasta les animo a que se pasen al melocotonero, a ver si este año cogemos más de dos melocotonoes.
No voy a engañar a nadie, soy más urbanita que campestre, las cosas como són. Me gusta el pintxopote, los conciertos y el cine como a la que más. Peeero… Me mola ir al campo y pasear por el que algún día (cercano, por favor) será nuestro pueblo. Nuestra amiga Usue, gran conocedora de los disgustos que nos ha dado el proceso constructivo y gran creyente en las energías y el karma, nos hizo hace unos días un regalazo para exorcizar nuestros demonios: un precioso cerezo picotero en su macetita. Y aprovechando el solazo del lunes, allá que nos fuimos a elegirle una buena ubicación. También es un gusto pensar que de ese lugar en Trebiño van a formar parte personas como ella y que su presencia simbólica se comerá con patatas toditos los malos rollos… ¡¡Gracias Usue!!