Grafunchi, grafunchi

gota2

Paseando ayer por un parque de Salburua inmaculado, llegamos a la conclusión de que ése es el sonido que hacen las botas de monte al pisar la nieve. Me encanta que nieve. Sí, ya sé que algunos me dirán que es un engorro, que altera la vida de la ciudad, que luego aguachina las calles y se queda negra y acumulada en las aceras… Pero a mi me gusta. Me gusta calzarme las botas y pasear cuando todo el mundo está en sus casas, escuchar el silencio amortiguado (mara mara en euskera, qué expresión más bonita) y observar lo que pasa alrededor, que es mucho.

Mientras la flora sigue su ritmo, el mundo de las aves se divide entre los que hacen lo que pueden por sobrevivir y los que están de vacaciones. Las unos gastan la menor energía posible para poder aguantar el frío y a las otras les parece que nuestra nevada es de risa. Unas guardan el nido estoicamente para que nadie se lo quite y las otros revolotean como si estuvieran de excursión. Y un día de nieve es un buen momento para sacarles alguna foto :)

Un confiado petirrojo que casi se mete en nuestro bolsillo, bien porque no le pareció que fuéramos un peligro y decidió ahorrarse esa grasita corporal o bien porque vendría de  uno de esos países del norte donde tienen la sana costumbre de dejar a los pájaros tranquilos:

Una cigüeña sin paraguas y con cara de “ésta es la vida que me ha tocado vivir”:

O el que más mola: un lúgano norteño que es como ese turista que viaja de miles de kilómetros para pasar las vacaciones en la playa pero que luego hace exactamente las mismas cosas que haría en su país, con buen tiempo. Al final, no somos tan diferentes

El paseo terminó con un buen café calentito y un camino de vuelta con la emoción de la ventisca (vale… igual exagero un poco :) ), una hornada de pan y galletas esperando en casa y un huevo frito con patatas idem al ajillo… le paradis!

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